Los asientos y anillos para los baños son útiles pero al mismo tiempo entrañan cierto peligro si no somos cuidadosos. Una de las razones es que muchos de estos accesorios tienen una base de tres o cuatro patas con ventosas que se pegan a la bañera, y que podrían separarse de forma inesperada, haciendo volcar el asiento y al niño. Por otro lado, el bebé puede escurrirse por el hueco para las piernas y quedar atrapado bajo el anillo o sumergido bajo el agua.
Asimismo, existen asientos de baño integrados en la propia bañera, en los que el peligro reside en salirse del propio asiento. Los padres suelen llenar más la bañera cuando utilizan un asiento donde el bebé se encuentra a más altura, lo que aumenta el riesgo de ahogamiento en caso de que el niño se saliese o cayera del asiento. Incluso, en muchos casos, el padre o cuidador sale por un instante para abrir la puerta o contestar al teléfono y el bebé puede deslizarse o quedar atrapado en el asiento, con riesgo de que se ahogue.
Pero, sin olvidar estas cuestiones, subrayar que los asientos y anillos de baño están diseñados como dispositivos de ayuda para el baño. Lo que hay que hacer es saber cómo usarlos de manera segura. Para ello, y por encima de todo, no se debe dejar al pequeño ni un instante solo en la bañera o bajo la supervisión de otro niño, incluso cuando el niño esté en un asiento o anillo de baño. Debéis mantener a vuestro hijo siempre abajo vuestra vigilancia.
En caso de que sea necesario salir del baño (para contestar el teléfono, abrir la puerta…) tenéis que llevar al niño con vosotros. También conviene comprobar periódicamente que las ventosas del asiento o anillo de baño se agarren con firmeza, especialmente cuando se trate de superficies irregulares, rugosas, granuladas o antideslizantes de fábrica. Recordar que las ventosas tampoco son eficaces en superficies de baño rayadas, astilladas o repintadas. Y, además, tras un uso prolongado, dejan de funcionar.