En muchas familias, sino en todas, la gestión de los recursos por parte de los hijos es un tema esencial y, a menudo, complicado. Nos referimos, en concreto, a los recursos económicos. Vamos, lo que solemos denominar la paga semanal que les asignamos para que afronten sus gastos personales o se paguen sus caprichos. Cuánto dinero les damos, con qué frecuencia y qué les pedimos a cambio, si es que así lo hacemos.
Sin duda, la paga puede ser un instrumento educativo muy potente con el que pueden aprender a gestionar sus recursos, siempre y cuando esté condicionada. Puede ayudar a educar a los niños en el uso correcto del dinero, contribuyendo además a educar en el autocontrol, en la autorregulación de las emociones, en la responsabilidad de no buscar el placer inmediato, señalan los expertos.
Sin embargo, si no se utiliza de modo correcto puede ser contraproducente. ¿Cuándo puede suceder esto? En los casos en que la cantidad sea excesiva, en caso de que se otorgue sin ningún esfuerzo, trabajo o sacrificio previo así como si no está en consonancia con la edad del niño, niña u adolescente. Y es que mediante la paga, se les puede enseñar a los niños que las cosas tienen un valor y que se consiguen con esfuerzo. Para esto último son los padres quienes deben elegir y explicar a sus hijos qué es lo que tiene que cubrir, si las golosinas y ‘chuches’ del fin de semana, algún capricho en forma de juguete o simplemente la salida de fin de semana con los amigos.
No todas las etapas son iguales
Es fundamental puntualizar que, a cada etapa de la niñez, le corresponde una cantidad de dinero diferente. Según afirman muchos psicólogos, es aconsejable para empezar a dar la paga es entre los seis y siete años, cuando su capacidad cognitiva es mayor y son capaces de contar mejor. Entre los 12 y 13 años es cuando suelen ser más autónomos y se les puede empezar a poner una paga cada 15 días para que aprendan a planificar su dinero.
Es a partir de los 18 años pueden empezar a recibir una paga mensual de forma que sean capaces de organizar sus gastos y ahorros, y desarrollar buenos hábitos financieros. Se presupone que a esa edad el adolescente ya tiene autonomía (en algunos casos, ya ha trabajado y sabe lo que cuesta ganar esa paga) y debe tener un mínimo de responsabilidad y conciencia para decidir cómo, en qué y en qué cantidad gastar ese dinero.
En suma, como ocurre con muchas cuestiones, todo depende mayormente de cómo se utilice y con qué objetivos.