¿Videojuegos sí o videojuegos no?

¿Los videojuegos son recomendables o, por el contrario, son tan malos como los pintan para nuestros hijos? Aquí tenemos una de las preguntas del millón para muchos padres. La respuesta, obviamente, ni es sencillo ni se puede plantear en términos absolutos.

Lo que sí tenemos claro todos es que los videojuegos en dispositivos móviles, consolas y ordenadores son una realidad. Nos guste más o menos. Y que, nos gusten más o menos, hemos de convivir con ellos, como en su momento nuestros propios padres lo hicieron con el cine, los ordenadores o la televisión. Coincidiremos todos, probablemente, en que todos estos dispositivos no son perjudiciales por sí mismos, sino que dependen mayormente del uso que hagamos de ellos.

Los expertos y nuestra propia experiencia nos lleva a la conclusión de que prohibir o evitar que los niños jueguen con dispositivos electrónicos tiene poco sentido, como tampoco lo tiene evitar que, a una determinada edad, nuestros hijos tengan un teléfono móvil. Al contrario, si el niño no participa de ese entretenimiento, puede ser considerado raro por los demás y, en algunos casos, llegar a ser rechazado. Por tanto, nuestros esfuerzos, como padres y educadores, deben dirigirse a aconsejar e influir a qué, cuánto, cuándo y cómo juegan.

Conviene puntualizar que los videojuegos son un tipo más de juegos y que nunca deben ser el único modo de juego del niño, ni siquiera al que dediquen más tiempo. Es más: siempre debemos dar preferencia al juego al aire libre. Si los niños realizan este tipo de juegos con normalidad, no debería preocuparnos que jueguen con videojuegos en otros momentos.

No es menos cierto, de la misma forma, que el videojuego no es un juego de azar, donde la suerte es el componente fundamental. Aunque a veces la suerte influye -como en cualquier aspecto de la vida-, lo que más cuenta es la habilidad del jugador para desarrollar una estrategia con la que superar los retos que se le presentan. Estas habilidades pueden ser muy complejas, por lo que, en cierta forma, estos dispositivos también influyen en el desarrollo de nuestros hijos. Lo dicho: no todo es negativo.

Más allá de estas consignas, hay que tener en cuenta dos aspectos esenciales:

-La hora de jugar: hay que evitar a toda costa que sea después de cenar y en el periodo previo a irse a dormir, pues se estimula el cerebro y afecta al proceso fisiológico del sueño.

-El tiempo de juego: Entre los 3  y los 12 años lo recomendable es dejar jugar a los niños entre una y dos horas máximo al día, sobre todo durante los fines de semana. Ahora bien, a partir de esa edad el límite dos horas será ciertamente complicado de mantener. Por todo ello, es necesario poner normas en cuanto a que días y horas se puede jugar. Y no romperlas. Lo mejor es establecer un tiempo con anterioridad y asegurarnos de que nuestros hijos lo han entendido.

Dicho de otro modo, debemos ser realistas y, sobre todo, hacer prevalecer el sentido común en la relación entre los niños y los videojuegos.