Mejorar la autoestima de los niños, ayudarles a adquirir más seguridad emocional es uno de los aspectos más importantes pero a la vez complicados para los padres y educadores. Un niño, sobre todo a temprana, siente miedo e inseguridad en muchas situaciones, ya que sus sensaciones y emociones son muy intensas. Por este motivo, a menudo nuestros pequeños, ante cualquier situación cotidiana (para nosotros, pero extraña para ellos), los niños vuelven buscando a sus padres cuando está asustado, cansado o necesitado.
De hecho, y especialmente cuando son pequeños, les cuesta mucho estar en un lugar nuevo sin tener una base de seguridad (sus padres). Sin su base de seguridad, los niños se vuelven serios y discretos, son poco activos y muestran poco interés por explorar. Al sentirse inseguro, el niño intenta evocar a sus padres a través de la memoria y la imaginación. Los niños pequeños aún no son conscientes de que sus padres volverán.
Desde el blog de Xiquets.net, la revista de las familias de La Marina, os ofrecemos una serie de consejos que podéis seguir para contribuir a su formación y educación desde el punto de vista emocional. Algunos de ellos son:
-La observación: Entender la importancia que tiene poder aprender a observar a nuestro hijo, conocerlo y entender su personalidad y sus conductas. Nada aporta más seguridad que poder ser capaz de pensar por uno mismo y resolver situaciones. Es deseable que un niño sea obediente, por múltiples razones: por su propia seguridad, porque debe respetar normas y convenciones, porque necesita auto limitarse para poder vivir en sociedad, etc.
-Interacción y escucha activa: La visión de los padres y madres influyen directamente en la autoestima de los niños. De ahí, la importancia de creer en tu hijo y demostrarle que es un ser valioso y amado por su familia. Mirarlo y escucharlo con atención cuando habla de lo que desea, de lo que le pasó en el día, de sus intereses y actividades.
-Reconocer sus emociones. Este punto está directamente relacionado con los dos anteriores. Ayudarlo a poder reconocer y expresar sus emociones de tristeza, enojo, miedo y alegría.
-Criticar la conducta, no al niño. Ante la crítica o el error, marcar la conducta del niño, y no al niño. Cuando disciplines a tu hijo, tiene que quedar claro que lo que te enfada es su mal comportamiento, y no su persona. Nunca le pegues, ni le insultes ni le grites con agresividad.
-La importancia de los refuerzos positivos: Marcar errores no es nuestra única función como madres en la puesta de límites. Hay que aprender a felicitar y reforzar, no sólo castigar y aplicar penitencias.
-Enseñarles a manejar la frustración. Enseñarle a los niños desarrollar su tolerancia a la frustración, y explicarles que cometer errores es algo normal en los seres humanos.
-Establecer metas y objetivos alcanzables. El perfeccionismo y la exigencia de los padres también son internalizados por los niños, quienes se angustian cuando la expectativa puesta en ellos es más de lo que pueden dar.
-Y, por último, enseñarles a tomar decisiones. Esto fomentará su independencia, porque aprenderá que elegir algo implica renunciar a otra cosa y a correr algún riesgo, y sabrá cómo afrontarlo.