Todos cometemos errores al criar a nuestros hijos. Es fácil equivocarnos en muchos aspectos. También en el cuidado de los niños. Sin embargo, hay ciertas pautas o costumbres que se suelen repetir y que se ha comprobado que no beneficia su crianza, sino más bien al contrario. Aquí os dejamos algunos consejos para tratar de evitarlo y mejorar nuestra faceta como padres y madres.
Ser un buen ejemplo
Dicen que los niños reproducen e imitan muchos de nuestros comportamientos. Por tanto, somos el primer ejemplo que tienen y hemos de procurar que sea el mejor. Abandonar nuestros malos hábitos y potenciar los buenos puede ser una buena fórmula. Entre estos últimos, por ejemplo, tratar de trasmitir un estilo de vida saludable, que pasa entre otros factores por seguir una alimentación adecuada, practicar ejercicio regularmente y evitar el consumo de tabaco o alcohol (o, al menos, hacerlo en cantidades moderadas si nos referimos a este último).
¿Hiperprotección? No, gracias.
A menudo, los padres piensan que sus hijos son especiales y únicos y tratan de complacerlos en todo. Y si se acostumbran a que se les permita todo, se convertirán en egoístas con quienes es difícil incluso simplemente comunicarse. Recordar que a los niños sin control les esperan muchas decepciones fuera del hogar y no sabrán cómo lidiar con ellas.
Al mismo tiempo, una sobreprotección hará que el niño tenga tanto miedo que temerá asumir cualquier responsabilidad o salir incluso un poco de su zona de confort, como por ejemplo, conocer gente nueva o comenzar una nueva actividad.
Destrucción de la confianza
Los niños aprenden a enfrentarse a los problemas con el ejemplo de los padres cuando éstos superan las dificultades que van surgiendo durante su vida diaria. Hay que evitar hacerles responsables o partícipes directos de nuestros problemas, especialmente si son ajenos a ellos. Y, si por el contrario, en ellos está el problema, hemos de hacer nuestro mayor conocimiento y experiencia para comunicárselo, hacérselo comprender y buscar una solución para todos. Desde la comunicación, la confianza y la tolerancia. También desde la disciplina y el compromiso por ambas partes. En el equilibrio de todas ellas está la clave.