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¿Juega tu hijo lo suficiente?

¿Juega tu hijo lo suficiente?

Todos estamos de acuerdo en que los juegos benefician a nuestros hijos. Psicológicamente, divertirse con otros niños garantiza un desarrollo de la empatía y el entendimiento humano. También procura un tono muscular necesario en las primeras fases de crecimiento. Vamos a profundizar en este tema.
 

¿Qué adquieren los niños mediante el juego?

Consiguen autonomía y mayor consciencia de sí mismos: el propio movimiento y su cuidado personal.

Conectan con el medio en el que se ven inmersos, plantas, animales, elementos artificiales y, sobre todo, personas.
Esta necesidad de asimilar lo que los sentidos captan desemboca en el aprendizaje del lenguaje oral, de las bases del escrito. También provoca una exploración de las habilidades artísticas: pintura, música, expresión corporal. Además se produce una aproximación al sentido del tiempo, y de las proporciones físicas.

Por último, quizás el aspecto más complicado y necesario para su posterior papel en la sociedad. Los niños, mediante el juego, consiguen hacer suyas las normas, la justicia, lo que le valdrá para tener un comportamiento cívico.

Así, tenemos cubiertas cuatro áreas fundamentales en el crecimiento:

Psicomotricidad. Comprensión de los límites de su cuerpo, y su relación con el espacio y el tiempo.

Lenguaje. Dominar las bases de la expresión oral y gestual, tanto cuando se produce acción (al hablar, al moverse) como cuando no hay acción (al mostrarse en silencio, si se ha de quedar quieto) le permitirá comunicarse de manera cada vez más sofisticada.

Memoria: el niño deberá recordar ciertos sucesos, y tomar decisiones relacionadas para tener éxito en el juego.

Sociabilidad. No hace falta añadir mucho: un niño que juega con los demás es un niño integrado.

 

El compañero de juegos

El niño se divierte y el juego cumple su función cuando se está en un ambiente seguro, que provoque relajación. Por ello, el tutor debe ser alguien cercano, activo y cariñoso. Esto significa que debe ajustarse al ritmo de aprendizaje del niño, respetando su personalidad, y a la vez le haga avanzar proporcionando escenarios estimulantes.


Con distintas edades, distintos niños

Niños menores de dos años. Juegos que involucran los sentidos, de movimientos y muy afectivos. El niño necesita el control y participación de un adulto: le necesita para que le de seguridad, y está pendiente de su mirada y reacciones (de hecho, si no notan la complicidad del adulto, cambiarán de juego). Funcionan especialmente bien los juegos de causa-efecto.
Entre dos y tres años. En esta época se dan las primeras imitaciones y figuraciones, como dar de comer a una muñeca con una cuchara. La creatividad del niño empieza a ser evidente.

A los tres años. Empiezan a independizarse un poco del adulto y relacionarse con otros niños. Los movimientos se perfeccionan, con lo que desarrollan un abanico de actividades más amplio. Su pensamiento simbólico les permite hacer como que interactúan con objetos, aunque estos no estén presenten. Imaginan, juegan a imaginar, y hasta juega a “ser mayores”.

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Virginia González. Psicóloga y profesora.